Resumen del deber del hombre
9 Y cuanto más sabio fue el Predicador, tanto más enseñó sabiduría al pueblo; e hizo escuchar, e hizo escudriñar, y compuso muchos proverbios.
10 Procuró el Predicador hallar palabras agradables, y escribir rectamente palabras de verdad.
11 Las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados son las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor.
12 Ahora, hijo mío, a más de esto, sé amonestado. No hay fin de hacer muchos libros; y el mucho estudio es fatiga de la carne.
13 El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre.
14 Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala. (Eclesiastés 12:9-14 RVR -1960)

Se cree que fue Salomon, el que en un magistral soliloquio escribió en la perfección de la sabiduría el libro de Eclesiastés. Y aunque así no haya sido, a quien se le hubiese concedido tal sabiduría de seguro tenía conversaciones intimas con el Dios del cielo. Imposible, no sucumbir ante la locura al comprender la grandeza de los consejos que brindo el autor de este subestimado libro. En este libro me he refugiado en los momentos en lo que mi humanidad me arrincona con pensamientos inicuos de menosprecio y ansiedad. ¡¡En su continua aseveración, el autor reafirma que TODO es VANIDAD!!
Recurrir a esta verdad, me recuerda que nada está fuera del control de Dios y como la palabra viva que es; al aferrarme a los consejos del predicador en estos versículos mi mentalidad es transformada. Vez tras vez soy trasplantada a la paz y el autocontrol que me otorga por derecho el sacrificio de Jesucristo, quien con su muerte pago el precio por una vida abundante para sus hijos.
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